En busca de la libertad

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

  Un hombre quería vivir con el mayor bienestar y liberarse de la presión de la ciudad donde vivía y trabajaba. Compró una casa de descanso en el campo cercan para pasar ahí las veladas, los fines de semana y largas vacaciones. Pero con el tiempo echaba de menos la variedad a que estaba acostumbrado, y se aburría.

Entonces compró para la casa equipos refinados de música, de televisión, y se suscribió a libros y revistas de su agrado. Compró también el último modelo de automóvil rápido para tener mayor libertad de movimiento. Pero todos esos gastos habían sido excesivos, y tuvo que pedir un préstamo, y entonces vivía constantemente preocupado por su presupuesto y gastos.

Buscando una variedad y libertad de la que antes no había gozado, emprendió varias aventuras amorosas extramatrimoniales. Pero vivía condicionado por las medidas que tenía que tomar para que su esposa no lo supiera; con ella trataba de actuar con la mayor naturalidad, y eso le producía continua tensión.

Por fin, decepcionado, dejó sus aventuras, vendió su casa de campo y las comodidades con que la había llenado, y se volvió a su vida y trabajo habitual de la ciudad.


Segundo Galilea



Buscamos la libertad, aunque muchas veces no lo intentemos por el camino verdadero. Se bis dificulta ser libres por el ambiente que nos rodea, por el afán y por el deseo desmedido que hay de poseer, de tener y de gozar. Valoramos a las personas por su poder y su dinero. La sociedad, a su vez, promete el cielo en el consumo, y lo que logra es que cada día haya mayor número de esclavos. El valor supremo del mundo es tener más y más para consumir más y más.

Ante el afán de consumismo que engendra ansiedad y angustia en los ciudadanos, el departamento de Salud de los Estados Unidos, hizo el siguiente comunicado:

“Hasta donde se sabe ninguna ave ha tratado de construir más nidos que sus vecinos. Ninguna zorra se ha irritado porque sólo haya tenido una guarida donde esconderse. Ninguna ardilla se ha muerto de ansiedad al pensar en los rigores del invierno. Ningún perro ha perdido su sueño pensando que no tendrá huesos para los días que están por delante.”

Sin embargo el ser humano se afana, se irrita, sufre de insomnio, se pone tenso al no encontrar la libertad y felicidad en los equipos refinados, en las aventuras amorosas y en las comodidades añoradas y soñadas. Busca incesantemente la libertad, pero no halla el método adecuado para dar con el verdadero camino.

“¡Oh!, lo qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señor, y qué de tormentos padece” (Santa Teresa, vida, 9.8).