El tren que no llegó nunca

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

    Unas muchachas debían viajar a una ciudad del norte y por supuesto, tomar determinado tren que iba allá.

Fueron a la estación: ahí no dieron mayor importancia al tren que debían tomar.

Una tomó el que iba al sur porque era el más confortable, otra tomó el que iba al este, porque era un tren espectacular. Otra tomó el tren del oeste, porque pasaba antes y era más rápido.

Obviamente, ninguna llegó a su destino y quedaron extraviadas.


Segundo Galilea



La educación debe estar orientada a abrir caminos, a señalar la senda por la que ha de caminar el joven para llegar a la meta que pretende. NO se ha de escoger ni lo que reporta más ganancias, ni lo más rápido. “La sociedad debe despojar al ser humano de la ambición del poder y del oro, pero debe hacerlo mediante la educación” (Juan Bosch).

El brillo del oro, la atracción del poder, pueden acarrearnos gente superficial, que no descubra los valores auténticos y por eso opte por una vocación que la deje sumida en la enfermedad del tener.

La persona humana debe ser lo más importante. El ser está por encima del tener. Almacenar, tratar de escalar los primeros puestos, competir para obtener éxitos en todo momento, es sistematizar una sociedad materialista. La persona es algo más que material: ante todo es vida, es espíritu. Gandhi afirma: “Si un hombre crece espiritualmente, el mundo crecerá con él; si un hombre cae, el mundo caerá con él”.

Se ha de educar para crear una nueva civilización basada en el amor fraterno, en la amistad, en la tolerancia, en la honradez…Así la gente preferirá la fraternidad y la convivencia a las cosas y al dinero.

Entiendan bien los padre, decía Lavelle, que “el mayor bien que podemos hacer a los otros no es tanto comunicarles nuestra riqueza, sino ayudarles a descubrir la suya”. Dejar que el otro, el niño o el joven, sean lo que son. Permitirles crecer, darles amor y acogerles, es la mejor herencia que los padres pueden dejar a sus hijos.

Educar es estar con el hijo. Orientarle en la meta que ha de escoger, para que él mismo elija el camino. Para llegar a donde uno debe ir, ha de tomar el tren que lleva al destino, aunque el medio de locomoción sea más incómodo.