Soy el que tú buscas

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

Liberado de su cuerpo el hombre estaba mudo y desamparado. 

   ¿Quién eres tú?, le preguntaba una voz. 

   ¿Quién era él? 

   Ni el nombre que le puso su madre, ni el que le legaron sus antepasados, ni el que constaba en los documentos oficiales, ni los apodos inventados por sus amigos le daban a conocer quién era él. 

   El hombre, embarazado se callaba. 

   ¿Quién eres tú?, insistía la voz imperiosamente. 

   Entonces, recogiéndose el hombre en lo más profundo de sí mismo respondió: 

   Yo soy aquél que busca a Dios. 

   ¡Ah! ¿Entonces eres tú?, retumbó una voz inmensa; y el hombre anonadado, inclinó su rostro hasta la tierra. ¿Eres tú quien me busca? ¿Tú lo crees así? 

   Inundado de alegría, el hombre se enderezó de un salto y exclamó: 

   ¡No más, Señor, no más! Yo así lo he creído hasta ahora, pero me equivoqué. Ahora, solamente ahora, sé quién soy. Yo soy el que tú buscas; yo soy  el que tú esperas. 

Helene Lubienska de Lenval 

 

   “¡Oh Señor Dios mío!, ¿quién te buscará con amor puro y sencillo que te deje de hallar muy a su gusto y voluntad, pues que Tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te desean?” Palabras de San Juan de la Cruz en Dichos de Luz y Amor, nº 2 

   Dios siempre sale al encuentro de la persona humana, de la oveja perdida, del hijo que se marchó de casa. En esta historia de búsqueda y encuentro, la iniciativa y la parte más importante la lleva El. Dios es el principal agente y el principal amante. Porque ama, se da y se entrega totalmente. 

   San Juan de la Cruz nos dice en varios lugares cómo obra Dios: 

   “Se adelanta y sale al encuentro de los que le buscan” (Dichos de Luz y amor, nº 2) 

   “Más busca dios al alma, que el alma a Dios” (Llama de Amor Viva, 3.28) 

   “Sobrepasa siempre en generosidad a la capacidad humana” (Subida del Monte Carmelo lib. 2.18.7). 

   “Se acomoda al paso de cada persona sin forzar a nadie” (Cántico Espiritual, 23.6) 

   La actitud de la persona humana, será de apertura y de acogida, dejando el camino libre para que Dios obre sin estorbarle, pues El sabe cómo, dónde y de qué manera encontrarnos. El es el que nos busca. El es el que nos espera (Llama de Amor Viva, 3.66) 

   Dios es el que salva y santifica; el ser humano coopera en esta obra. A El le toca ir siempre por delante sanando y transformando, a nosotros nos corresponde secundar su acción abriéndonos a su gracia. 

   San Pablo tiene también en este sentido palabras bien significativas: 

   “Dios es quien obra en ustedes el querer y el obrar, como bien le parece”. (Fl 2.13). 

   “Han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no viene de ustedes, sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” (Ef 2.8-9). 

   Te busco, Señor,/ Sin ti no existe paz,/Como la tierra agrietada/ suspira por el rocío, / así anhelo / tu canto y tu pan. 

   Me siento atraído /  hacia ti, / con la misma fuerza / que el río cabalga hacia el mar. 

   Te busco, Señor. / Sin ti no hay reposo / ni buen despertar.