Una boca y dos manos

Autor: Padre Justo López Melús

 

 

El silencio es un gran consejero. El silencio oxigena y crea en nosotros paz y serenidad. Después de un cuarto de hora de silencio las idas y la sangre circulan mejor. Los árboles son unos buenos compañeros. Tienen la ventaja sobre los hombres de que no hablan tan alto. A veces, sólo a veces, susurran –quisiera que escucharais las hojas cuando crecen–.

La grandeza de un hombre se mide por la cantidad de silencio que es capaz de soportar. De ahí salen los héroes, de los que se ha dicho: «Eran largos en facellas y cortos en contallas». Sabiamente la naturaleza nos ha provisto de dos manos, de dos oídos, de dos ojos y una sola boca para que hagamos, oigamos y veamos por lo menos el doble de lo que hablamos.