Sin herir ni humillar

Autor: Padre Justo López Melús

 

 

Toda la comunidad había decidido hacer una peregrinación. Había que atravesar el desierto, y tanto el abad como sus monjes se dieron cuenta de que el que les guiaba había equivocado el camino.

— ¿Qué hacemos? —dijeron los monjes al abad— Este hermano ha equivocado el camino y corremos el riesgo de perdernos y morir todos en el desierto. Lo mejor sería pasar aquí la noche, y mañana, con la luz del día, rectificar la ruta.

El abad respondió: — Si decimos que se ha equivocado, se entristecerá. Les propongo lo siguiente: yo fingiré que estoy cansado, diré que no puedo seguir y que me quedo aquí hasta mañana.

Entonces los otros añadieron: — También nosotros estamos cansados y nos quedamos contigo.

Y así se las ingeniaron para no entristecer a aquel hermano, y nunca supo que se había equivocado.

Es la delicadeza de las almas sensibles que pasan por la vida sin herir ni humillar.