Estilo revolucionario

Autor:  Padre Justo López Melús

 

 

Celano debía relamerse los labios cuando escribía sobre Francisco de Asís: «El amor a Jesús era en él como un manantial que le colmaba las entrañas y brotaba al exterior. De mil modos transpiraba a Jesús. Tenía Jesús en su corazón, a Jesús en sus labios, a Jesús en sus oídos, a Jesús en sus ojos, a Jesús en sus manos, a Jesús en los demás miembros de su cuerpo: siempre. Predicaba con la palabra y el ejemplo, haciendo de todo su cuerpecillo lengua y voz del Señor»

Su estilo era revolucionario: amar a todos, y no optar por nadie contra nadie. Ésta era su táctica con los herejes cátaros: no pleitear, no discutir, no juzgar, sino ser con todos manso, pacífico, cortés, moderado, humilde y hablar con todos con corrección. Los combatió, dice Elcid, como la luz a las tinieblas, simplemente siendo. Ni siquiera los nombra, ni una frase contra ellos. Escogió la oratoria de la vida y el milagro del amor. Evitaba a los cizañeros y a los mordaces, y si runruneaban en su presencia, se tapaba los oídos para no escucharles. «Tenía gestos exquisitos —insiste Celano—, temperamento apacible, era afable en sus palabras, sereno de juicio, dulce y sin estridencias de ánimo».

«San Francisco entendió la religión algo así como unos amores de enamorado» (Chesterton). Amor a Dios, Sumo Bien, al hombre, a las criaturas. «A María la amaba tanto y con tales modos, que la lengua humana no lo sabe expresar» (Celano). Amor a las virtudes, con preferencia a la Dama Pobreza, con la que celebró sus bodas místicas. Amaba a la Iglesia. No destruyó las estructuras, las penetraba de fe. Desde dentro, con su vida evangélica, sin protestar, las rebasó, animó y revitalizó.