El Hijo pródigo

Autor: Henri J. M. Nouwen

 

 

Le contaba Jesús a sus discípulos
la historia del Hijo pródigo.
Cuenta que un día el hijo menor decidió
pedirle al padre que le diera su herencia.
El padre aceptó y le dio todo lo que le tocaba.
El hijo tomó su herencia
y se fue a gastarla por el mundo.
El padre seguía esperando con mucha ansia,
las personas lo criticaban y le decían
por qué espera a aquél que se fue
y no volverá jamás, etc...

Pero el Padre sabía que volvería
y que nunca se había ido.
Un día se vio una sombra desde lejos,
era su hijo,
el padre salió como pudo de su casa,
no le importó su edad,
lo abrazó con todas sus fuerzas
y le dijo "te amo".
El hijo le dijo Padre
he pecado contra ti y contra el mundo,
no merezco llamarme hijo tuyo,
pero el padre ni siquiera dio al hijo
la oportunidad de disculparse
y solo lo abrazaba.
El hijo mayor al regresar
le reclamó al Padre que por qué
él que ha sido fiel y obediente
nunca le han echo ninguna fiesta.
El padre con toda la alegría
del regreso de su hijo le pidió
que compartiera su alegría,
porque su verdadera alegría
fue que su hijo retornara a su lado.

Este es el mejor ejemplo de Dios,
un padre que espera el regreso
de aquéllos que se han ido lejos.
Ese es nuestro Dios, que está contigo
y que nunca se separara de vos.
Dice Jesús que el padre
hizo una fiesta para el hijo
y mandó que le colocaran un anillo
y sandalias y ropa.
Las sandalias significan pobreza y esclavitud,
y los zapatos significan riqueza y poder.
Dios no quiere que sus hijos
vistan como esclavos o criados,
él quiere que vistas como su hijo.

Para Dios nosotros somos
sus hijos privilegiados y a nuestro regreso
hace una fiesta grande y invita a todos.
Cuando el hijo le dice al Padre
que lo trate como un criado,
él lo cubre con una túnica reservada
para el invitado distinguido;
y aunque el hijo no se siente con derecho
a que se le siga llamando Hijo,
el padre le entrega un anillo y unas sandalias
para darle honores de hijo amado
y devolverle la condición de heredero.

Para el padre
nada es suficientemente bueno,
los pecados del hijo
quedan borrados y olvidados,
sólo quiere a su hijo consigo
y demostrarle cuánto le ama.
Ese es Dios,
un Padre que nunca se cansará de buscarte
para que vuelvas a casa
y darte el valor de heredero de su reino.
Deja ya de andar y regresa a casa,
tu Padre te espera...