Diversidad
Autor:  Padre Ignacio Larrañaga

 

 

Debido a que cada ser humano es diferente en su ser, en su sentir y en su actuar, la oración o «trato de amistad» va adquiriendo en cada persona novedades y emergencias dentro del más diverso abanico: estados de ánimo, ritmos de crecimiento, edad, disposiciones psicosomáticas, humor...

No sólo la oración de cada persona es esencialmente diferente, sino que la oración de una misma persona puede ir variando de una época a otra, de un tiempo a otro, incluso de un día para otro, de una hora a otra.

La manera de enfrentar el mundo circundante, o de enfrentar a las personas con quienes trata es diferente en un niño, en un adolescente, en un varón, en una mujer, en un joven, en un anciano. Es diferente en una persona audaz, en una persona timorata, en un impaciente que en un sosegado. Así mismo va variando el trato con Dios.

La madurez no necesariamente depende de la edad. Un fuerte golpe puede hacer madurar a una persona más que en cinco años normales. La estabilidad emocional, la profundidad personal, la capacidad de decisión o la perseverancia pueden depender de la edad, pero también de otras causas desconocidas. Todos estos factores influyen en la calidad y profundidad de la oración.

El encuentro con Dios, como parte integrante de la vida, irá adaptándose a las disposiciones ambientales de la persona.

Las preocupaciones, las enfermedades, la depresión, la euforia, finalmente, un «no sé qué» imponderable dificultan, imposibilitan o favorecen una u otra clase de encuentros con Dios.

Como «tratar con Dios» es vivir, y vivir es adaptarse, el trato de amistad (con Dios) irá adaptándose con dinamismo y flexibilidad a cada persona, utilizando alternativamente el entusiasmo o la aridez, la inteligencia o la imaginación, la devoción o la sequedad.

En suma, el trato de amistad puede tener diferentes características según diferentes circunstancias: será triste o gozoso, silencioso o expansivo, activo o pasivo, oración real o recogimiento apacible, meditación o simplemente una mirada, oración afectiva o impotencia dolorosa, elevación de espíritu u opresión de angustia, entusiasmo sublime o el abatimiento de una profunda humildad.